Aparecen cuando la mente desaparece. Aparecen cuando te inunda la soledad, y ya parece que no existen. Aparecen, y te alcanzan para darte un empujón, un abrazo, u horas de una conversación que no le hubieras concedido a nadie, en tu habitual egoísmo de costumbres que no cambias para que no entre nadie. Y vas llenando, muy despacio, un corazón que solo pensaba en los que ya no están, o en los que desaparecen por un tiempo, para acoger a estas otras personas buenas. Claro, ahora entiendo por qué os fuisteis por un tiempo. Me estáis regalando un espacio para el Amor propio. Para dejar de dar y poder recoger.

Estos hombres y mujeres, que son ángeles sin duda, buscan un espacio para ti en su tiempo. Buscan un minuto para comunicarse contigo.

Si, amigos, eso es lo que sigo encontrándome en este denso bosque, cada vez más amable. Son todos estos ángeles los que, a modo de pequeñas candelas, van iluminando un camino que, aunque algunas veces duro, algún día añoraré.

Esta vez no tenía prevista esta parada. Esta vez escribo caminando. Hasta mi próxima parada.

Os amo.