Una de las entradas a Kuelap. Los turistas por... Image via Wikipedia

Vi a un niño atormentado. Lo reconocí en la oscuridad de un túnel que compartiamos.
-¿Por qué estará aquí?, me pregunté.
-Porque nadie me dio instrucciones, me contestó.
Me sorprendió que hablara, porque yo solo veía un niño de pocos meses.
– ¿Existe otro sitio diferente a este?, me volvió a preguntar.
– Existe el mundo exterior.
– ¿Y yo donde estoy? ¿No es este el mundo real?
– No lo se, esto es solo un sueño, una pesadilla.
– Y tu de donde vienes?

Quería salir del sueño, porque me empezaba a encontrar realmente mal, pero me invadió una sensación de amor que, a pesar del terror al que me veía sometido en la oscuridad del túnel, me obligaba a quedarme para ayudarlo.
El niño permanecía callado, respetando mis pensamientos, y comenzaba con sus preguntas cuando me veía receptivo.
Teníamos una especie de comunicación telepática.
– ¿ Tú conoces el camino para salir de aquí?
Yo no había estado nunca en un túnel tan oscuro, tan lleno de tristeza.
Cada curva llevaba a otra recta sin final, y después de cada recta, había una nueva curva. No parecía fácil soportarlo mucho tiempo.
– El camino que yo conozco para salir de aquí es despertar, le dije.
– Pero yo no estoy dormido.
– Yo he nacido y he venido a parar aquí.
– Al nacer había personas dando instrucciones y caricias a otros niños que nacieron también, pero a mí no se acerco nadie. Empecé a caminar solo, y llegué hasta aquí.
– Se me ocurre una forma de sacarte de aquí.
Sin pensarlo demasiado, lo estreché entre mis brazos y lo que sentí fue tan especial como difícil de describir. Sentí algo extraordinario dentro de mí.
Me lleno de paz. El niño desapareció y con esa paz desperté.
Al despertar, mi mujer me pregunto:

-Que te pasa Quique?
– He soñado, y tengo la sensación de que he resuelto algo importante.