Porque lo mejor de irse es volver. Porque lo mejor de irse es el camino; el de ida y el de vuelta. Porque, aunque alguna vez surge la tentación de quedarse entre los muros del monasterio que te acoge en tus retiros, volver te ofrece la oportunidad de celebrar. Celebrar que lo que meditas allí, dentro de los muros, lo puedes predicar luego, fuera de los muros.

Porque, volviendo, reconoces como iguales a las mismas personas que nunca salieron. Porque yendo reconoces que todos son uno contigo, aunque jamás los viste antes. Lo que ves al volver, ya no es lo mismo para los ojos del que se va. No es lo mismo para el que se va detrás de unos muros que le separan durante un tiempo para poder conocer mejor la profundidad que allí habita, y que siempre habitó en él aun sin saberlo.

Porque, sin duda, lo mejor de irse es volver.